Secuestros del Tren de Aragua: la larga vía de los inmigrantes para llegar a Santiago
Conocida es la peligrosidad de la banda internacional llamada el “Tren de Aragua”. Sicariato, tráfico de drogas, trata de personas, entre otros, son los ilícitos por cuales están siendo investigados en nuestro país.
¿Sus víctimas? Inmigrantes que buscan cruzar la frontera chilena. Una ilusión que se transforma en tragedia en cosa de horas. La Unidad de Investigación de Radio Bío Bío tuvo acceso a detalles de la indagatoria que sigue la Fiscalía Regional de Tarapacá. En ella se revelan testimonios de personas que perdieron su libertad en manos de esta organización criminal, los que a punta de amenazas deben trabajar para ellos. De lo contrario, la muerte.
PISIGA, BOLIVIA
El Tren de Aragua es una banda criminal venezolana nacida en el estado de Aragua, en 2005, y en la actualidad es una de las organizaciones delictivas más poderosas y violentas de Latino América. En Chile, por ejemplo, son responsables del aumento en el delito de tráfico de personas.
Para lograr su cometido, sería en la ciudad de Pisiga, Bolivia, el epicentro donde capturan y secuestran a las personas que buscando una oportunidad en nuestro país ingresan de forma clandestina a territorio Chileno. Se les obliga a transportar sustancias ilícitas, es decir, trabajar para ellos como burreros.
¿Cómo llegan los extranjeros a manos de esta banda internacional? La respuesta sería engañados a través de “agencias de viajes” que les prometen, en los países de orígen, un viaje seguro a Santiago. Bajo esta promesa, los ciudadanos extranjeros llegan al poblado boliviano sin sospechar lo que les ocurrirá.
Testimonios contenidos en las cientas de hojas de la carpeta de investigación dan cuenta de días de viaje por distintos puntos de Bolivia, como Oruro, La Paz, el Lago Titicaca, y finalmente Pisiga, lugar que les dicen que será la última parada antes de cruzar a Chile. Todo, al final, queda en nada.
TERROR EN VOZ DE UNA MUJER
“Llegamos a Pisiga a las 7 de la mañana y el mismo carro nos dejó afuera del hotel”, relata un hombre de nacionalidad peruana que fue secuestrado por la banda. “Nos dijeron que en ese hotel nos iban a hacer cruzar la frontera desde Pisiga hacia Colchane, que se cruzaba de noche”, dijo.
Nada sospechan, ni siquiera al entrar al lugar. Una mujer describe así el lugar: “Habían muchas personas. A nosotros nos hacen ingresar, y casi todos eran de nacionalidad venezolana. Y bueno, yo hasta el momento desconocía quienes eran las personas que a nosotros nos iban a pasar (a Chile)”.
Minutos después de hacer ingreso al inmueble, a ambos se les acercan unos jóvenes venezolanos de no más de 30 años. “Estas personas nos invitan a un cuarto a mí y a mi pareja y a otra chica mas de nacionalidad peruana también. Nos hacen entrar a los 3 y ahí se presentan ellos”, dice la mujer. Aquella presentación no la olvidarán jamás.
“Entraron 5 personas a las habitación, entraron con armas de fuego. Las 5 personas armadas con una granada entraron a la habitación y se presentan como el cartel del Tren de Aragua”, prosigue la misma víctima. Aquellas personas eran: “Estrella”, “Zeus”, “Águila”, “José Ramón” y “Kevin”. Todos venezolanos y miembros activos de la banda, siendo “Estrella” el líder.
Desde ese minuto, todo se convirtió en una pesadilla. Los separaron en distintas habitaciones, desnudaron a las mujeres y comenzaron a amenazarlos con la muerte. “Por orden de Estrella dicen que maten a mi pareja y a la chica, que los maten a los dos. Entonces en ese momento yo dejé de saber de ellos y a mí me dejaron en la habitación junto con Águila y con Zeus”, continúa la mujer.
Explica que en ese minuto por miedo estaba dispuesta a hacer todo lo que ellos le pidieran: “Por miedo por las armas de fuego y por todas las amenazas, yo estaba dispuesta a hacer lo que sea, porque no había ningún efectivo policial, no había nadie a quien yo acuda por ayuda (…) Águila desde el primer momento que me conoció y me vio se sobrepasaba conmigo, me besaba. Tuve relaciones con él sin mi consentimiento, me desnudaron en frente de mi pareja, igual que la otra muchacha”.
La pareja de la mujer recuerda así el traumático episodio: “En ese momento pensaba que todo era un sueño, quedé en shock por la pistola y por la granada y ya me veía como muerto. En un momento empecé a rezar por dentro y decirle a Dios que cuidara a mi mamá, cuidara a mi familia, que me perdone por mis pecados y que por favor siempre cuide a mi abuela. Estaba asustado, ya ahí decía ahorita me matan”.
En ese minuto y aprovechando la fragilidad de las víctimas, el mensaje final de los miembros de la banda era uno: si aceptan ingresar droga a Chile, serán recompensados con su vida. Las alternativas no eran más que dos, unirse a la banda obligatoriamente o desafíar a los miembros del Tren dejando su vida como garantía.
“Empecé a llorar y suplicarle por mi vida. Me dijo: ¿Qué vas a hacer por tu vida? Le dije que haría lo que sea, le doy todo el dinero, mis pertenencias, déjame libre. Yo no he hecho nada, no tengo problemas con nadie, ni lo conozco y me dice pero, ¿qué vas a hacer por tu vida? ¿Dime que vas a hacer? No sé qué quiere que haga, le digo, y me dice: ¿Tú vas a ir para Santiago o no? Sí, le digo. Ya. Me vas a llevar una beta, me dijo”, detalla el mismo hombre.
PASO POR EL DESIERTO
Desde la llegada a Pisiga, en menos de 48 horas se realiza el cruce de la frontera. Siempre es de noche, de un minuto a otro, sin previa organización, a la espera de que la ruta utilizada no tenga presencia de carabineros o militares.
Pero para los extranjeros son largas horas de espera. “Estábamos secuestrados, incluso Kevin y Estrella decían que aunque nos escapemos ellos estaban con la PDI. Me decían ‘aunque escapes la PDI te va a encontrar y ahí te vamos a matar”, relata el hombre.
Antes de salir, los integrantes del Tren de Aragua preparan la droga y la dosifican en botellas. Acto seguido, se le asignan de dos a tres unidades por persona. “Estrella nos llevó a un cuarto donde habían puras botellas de agua llenas con la droga, que es ketamina, que yo en ese momento no sabía. Había botellas de agua, de alcohol, de gaseosas Sprite, varios productos”, dijo el sujeto peruano en su declaración a la fiscalía.
Cuando la droga ya está distribuida, luego viene el momento de salir, tomar rumbo a Chile. En ese minuto, recién, es cuando logran respirar al aire libre. La ruta es por el desierto, y a lo lejos se observa la aduana chilena. “Cuando ya estuvimos ahí en el desierto nos hicieron pasar por la parte de un hueco como de un… no sé si habrá sido un río, pero era así hondo como una zanja”, dice la otra mujer peruana que también ingresó al hotel y luego perdió su libertad.
La misma persona agrega que la caminata se extendió por aproximadamente “una hora”, donde les decía que “ya no podía más”. “Ya no tenía fuerzas para poder caminar porque no había comido, no había tomado agua, sentía que ya no podía, que mi cuerpo… Lo único que hacían era arrastrarme, arrastrarme y decirme que avance o si no me iba a matar ahí”, complementó.
El destino era una casa de ladrillos en Colchane, que no llamaba la atención en relación a las viviendas que la rodeaban, solo que se encontraba “abandonada”. “Esa casa se notaba que estaba abandonada porque no había nada, lo único que había eran bolsas de basura negra con ropas”, indica la misma mujer. En ese lugar, los esperaban vehículos para seguir el camino. Ya habían dado un gran paso, pensaban ellos, se encontraban en tierra chilena. Pero el secuestro continuaba y la tensión también.
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